En cada valle, la tierra habla su propio idioma.
Al sur del Maule, donde el aire huele a madera húmeda y el agua corre con la calma de quien ha visto siglos pasar, nace una nueva mesa.
Un territorio que no se impone, sino que invita: invita a escuchar, a tocar la textura de la arcilla, a oler la sal que llega desde el viento, a probar lo que la tierra entrega solo a quien la entiende.

Aquí comienza un nuevo capítulo.
Un valle que se define no solo por su geografía, sino por las manos que lo habitan. Agricultores, recolectores, artesanos y cocineros —todos reunidos en una misma conversación—, donde el sabor se convierte en memoria.

Desde la cocina, 99 vuelve a mirar hacia el origen.
Cada ingrediente, un gesto.
Cada plato, una historia que el territorio susurra y que nosotros traducimos en silencio, con fuego, con tiempo y con respeto.

Este nuevo valle no se explora:
se recorre despacio, se aprende, se agradece.
Porque en el fondo, no venimos a descubrirlo.
Venimos a recordar que ya éramos parte de él.